El abolicionismo penal.

De momento, parece un poco de película...

Es el nombre que se da a una corriente teórico-práctica que hace una crítica radical a todo el sistema de justicia penal, planteando su reemplazo.  Concibe posible el abandono de la política criminal y de la criminología.

El abolicionismo no es una teoría acabada ni fácil de sistematizar, es producto de la misma política contracultural de los años sesenta que diera origen al radicalismo cultural de la teoría del etiquetamiento (Labelling theory) y al radicalismo político de la nueva criminología o criminología crítica .

Esta corriente es prácticamente desconocida en los Estados Unidos y muy conocida en Holanda, Francia, Alemania, Italia y especialmente en los países escandinavos.  Entre sus pensadores destacados mencionamos a LOUK HULSMAN, NILS CHRISTIE y THOMAS MATHIESEN, quienes nos legan un importante bagaje de conocimientos de carácter marcadamente ideológico.

En este sentido, en términos generales, el juicio crítico de HULSMAN apunta al concepto de delito, el de CHRISTIE al derecho penal, y el de MATHIESEN al sistema carcelario.

El discurso abolicionista se opone a la apropiación del conflicto por parte del Estado, en tanto éste no conoce la situación en profundidad ni sintió el dolor que de ella deriva, de allí que las respuestas provenientes del derecho penal resulten ineficaces.

Afirma que la situación problemática, como prefiere denominar al delito, sólo puede ser resuelta en el marco del grupo afectado mediante una activa participación de la víctima y el victimario.

El abolicionismo no se queda en la situación problemática, intenta ir más allá partiendo de una crítica lingüística que pretende revolucionar las palabras estigmatizantes comprometiéndose en la sustitución del rol monopólico represivo del Estado reafirmando el valor de una política criminal [51] desreguladora, o tal vez una antipolítica criminal, que permita ir ganando espacio a la autogestión y a las relaciones comunitarias como caminos conducentes a la liberación del hombre del dolor y el sufrimiento .

Para el abolicionismo, la asunción del rol del delincuente, el dolor de la víctima y la ausencia de reparación del daño hacen del sistema jurídico penal un instrumento creador de dolor inconducente.

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