Nuestro problema alemán: un viejo dolor.

Uno de los pocos que se mantuvo en medio...

Tienen razón los que dicen que Alemania debería entender que si los demás no tenemos dinero ellos no podrán seguir exportando. Toda la razón. Pero tampoco estaría demás que ellos mismos comprendiesen que Alemania prefiere no exportar a exportar y no conseguir cobrar lo que vende.

Cualquier labrador lo entiende: es mejor vender dos patatas y cobrarlas que vender siete y no cobrar. Pero aquí, quizás pro autocomplacencia, quizás pro preparar el camino para echar balones fuera, preferimos hacernos a la idea de que deberían estarnos agradecidos por aceptar sus préstamos, aunque no pensemos devolverlos nunca.

El problema que ahora se plantea es un problema puramente democrático y difícil de solucionar. Los países del Sur de Europa son soberanos y sus ciudadanos se quejan, con razón, de que se intenta socavar su soberanía imponiendo leyes y recortes al dictado. Y tienen razón.

Lo que pasa es que los países del Norte son también soberanos y sus ciudadanos deciden democráticamente no ayudar a nadie, no poner un Euro y dejar que cada cual se estrelle como mejor le convenga. ¿Y quién puede negarles ese derecho?

Nuestro problema alemán, por tanto, consiste en el viejo dolor: un país, Alemania, que no se resigna a ser uno más, que trata de imponer su punto de vista de un modo u otro, ya sea por las armas cuando estaban en ese plan, o por la economía cuando se han pacificado. Se trata de una nación que ni cambia ni escarmienta, que pierde sus enfrentamientos una y otra vez pero cuenta con la energía, el arrojo y la tozudez de no abandonar su propósito de imponerse. En otros tiempos, a eso se le llamaba “voluntad de poder”, y ahora no sé con qué eufemismo se habrá bautizado, pero sigue siendo lo mismo.

La otra vertiente del problema somos nosotros mismos. Nuestro odio a la excelencia. La inquina que, desde niños, mamamos al que es mejor, al que saca mejores notas, al que no es tan imbécil como el resto. La otra parte del problema es la alegría secreta cuando el emprendedor se arruina, las risas cuando el visionario se estampa con la realidad, el regocijo cuando un pobre hombre pierde la ilusión o la inocencia. Y en esa situación, Alemania es el espejo de lo que pudimos ser y no fuimos, de lo que otros han conseguido saliendo de entre ruinas y cascotes y los demás no conseguimos.  Y como la madrastra de Blancanieves, odiamos a los espejos que no nos halagan diciéndonos que somos la más hermosa.

Nuestro problema alemán es que Europa  no puede unirse mientras ellos sigan siendo como son y nosotros como somos. El intento fue bonito, pero al final o se imponen y mandan ellos, o los derrotamos y mandan los americanos.

Lo de siempre, vaya…

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2 Responses to Nuestro problema alemán: un viejo dolor.

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  2. Raghul says:

    No se si soy BICI genia pero sed soy BICI adicta =) desde que en nvroembie 2011 me reencontre con la bici y pense9.. a ver q onda ir a laburar en bici ? No pare9 mas todos los dias Colegiales-Plaza de Mayo! es un placer! tardo menos que en subte y puedo RESPIRAR!!!Un placer poder participar!! Hay otra calle muy amigable Teodoro Garcia.. tiene una trepada linda de empedrado, pero esta muy buena y los conductores respetan bastante a los ciclistas!

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